La videoconferencia produce más felicidad que el teléfono o Facebook
El ser humano es un ser social y su cerebro ha crecido para poder responder a la complejidad de las relaciones interpersonales”. Esta es, a grandes rasgos, la hipótesis de partida de la teoría del cerebro social de Sam Roberts, profesor de psicología de la Universidad de Chester (Reino Unido) y discípulo de Robin Durbar, famoso por determinar el “número de Durbar”, esto es el número máximo de relaciones sociales que una persona es capaz de gestionar eficazmente: 150.
Si Durbar enunció su teoría en 1992 cuando Internet estaba en sus balbuceos, su discípulo Roberts trabaja en un mundo con 1.000 millones de usuarios de Facebook, 700 de Skype y casi tantos teléfonos móviles como seres humanos en el planeta. Por tanto, su investigación trasciende y amplía la de Durbar: ¿Ha sido capaz Facebook de superar las limitaciones de las relaciones presenciales? Respuesta provisional: no. “No importa si tienes 50, 100 o 500 amigos en Facebook. Al final, el número de relaciones que somos capaces de mantener son las mismas: un núcleo íntimo de 5 o 6 personas, un grupo más amplio de 10 o 15 amigos y uno mucho más grande de conocidos. Finalmente, las relaciones necesitan un “coste de mantenimiento” y nuestro tiempo es limitado”.
Una prueba fehaciente de que los humanos somos seres sociales lo da otro dato ofrecido por Roberts durante su ponencia: “Las personas que mantienen vínculos sociales más fuertes tienen un 50% más de supervivencia que los que mantienen vínculos débiles. Se trata de un efecto comprable al de dejar de fumar”, afirma el psicólogo.
En un estudio diferente, Roberts y su equipo se propusieron averiguar qué vía de comunicación producía mayor nivel de felicidad entre los participantes. El resultado: el diálogo cara a cara, seguido muy de cerca por Skype. Mucho más lejos, en términos de satisfacción, queda el teléfono, la mensajería instantánea y los mensajes de texto, tal y como muestra la diapositiva. Es más: una charla en Skype hace reír mucho más que un intercambio de correos o un chat, casi tanto como la hablar cara a cara… al menos entre los participantes del experimento (41 personas con una edad media de 25 años). El asunto no es baladí, cree Roberts: “Reír es una de las mejores acciones que podemos hacer por nuestra salud”.
Sea por el móvil, por Internet, por Skype o en persona, al final lo importante es que comunicarse: “El esfuerzo en la distribución del tiempo que los humanos dedicamos a socializar es similar al de los primates: un pequeño número de individuos (nuestro círculo cercano) se lleva la parte de nuestra atención”. No sorprende, pues, que exista una relación directa entre el número de miembros que integrael grupo en cada especie de primates y el tamaño del cerebro de cada especie. Finalmente, somos monos sociales.
Sam Roberts participó con la charla “The social brain and social relationships: an evolutionary and network approach” en el congreso Cerebro Social que organiza el Centro de Evolución y Comportamiento Humanos del Instituto de Salud Carlos III y el Instituto Tomás Pascual.