Voy a Vélez-Málaga, capital de la región de la Axarquía, en busca de una auténtica rareza, una codiciada pieza para los coleccionistas de billetes y monedas de todo el mundo: el axarco. Para que os hagáis una idea, si yo fuese Iker Jiménez, iría a la caza del equivalente numismático del monstruo del lago Ness. O algo así. He leído en múltiples artículos que esta curiosa moneda social de inspiración andalusí se acepta desde 1988 como pago en distintos establecimientos de la comarca del chivo frito y el potaje de hinojos. No obstante, a pesar de mis pesquisas telefónicas no he sido capaz de certificar su pervivencia. Por lo tanto, me he puesto las chanclas y la gorra de guiri para seguir la máxima que guiaba a Mulder y Scully y desplazarme hacia la montuosa comarca para intentar localizarla. Si la verdad está ahí fuera… ¡A por ella!
Breve historia del Axarco
Reviso mis notas antes de salir de viaje. Según la Wikipedia, corría el año 1988 del siglo pasado cuando Antonio Gámez Burgos, natural de Vélez-Málaga, licenciado en Química, aficionado a las letras y la historia andaluza, “en su afán de construir una comarca unificada, decidió crear la moneda del Axarco, un nexo de unión entre todos los habitantes de la comarca”. Para ello (autodenominándose Said de la Alquería de Gamal) recuperó una moneda que circulaba por la región antes de la conquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos. En 1480, el Zagal, tío de Boabdil “el Chico”, había concedido a la Axarquia la emisión de moneda para paliar allí los efectos de la crisis. 388 años antes de la llegada de la peseta, y 522 antes de que nos endiñasen el euro.
Gámez encargó en Motril (Granada) la emisión de monedas de plata cuyo valor se establece en relación a su peso. La más valiosa era la que pesaba 20 gramos de plata, al cambio 20 euros. Le seguían la de 10 euros y, por último, la de 4, llamada “axarquillo”. Ademas, se lanzó papel moneda, cinco billetes de 10 axarcos, 5, 1 y décimas partes de estos también llamados axarquillos.
Durante casi veinte años se pudo pagar en distintos establecimientos con estos billetes, una especie de pagarés asociados a una entidad bancaria que los avalaba. Se convirtió en una curiosidad, un reclamo turístico por el que se interesaron muchos coleccionistas numismáticos de allende nuestras fronteras. No obstante, el sueño de Antonio Gámez fue casi barrido por la subida de las aguas oscuras, el cortocircuito final. Según Diario Sur , desde su muerte en el 2007 ha caído en desuso.
Llegar y besar la gamba el santo
Estoy en Vélez-Málaga y pregunto a un par de personas por algún sitio donde encontrar el dichoso axarco. Todos lo recuerdan, pero me dicen que ya no existen, que “aquella moda pasó”. Mi gozo en un pozo. Sin embargo, no me rindo. Busco el Ayuntamiento. Preguntaré allí. Es un caloroso viernes veraniego y rezo a los dioses para que todavía quede alguien en su puesto de trabajo.
Como respondiendo a mis plegarias laicas, la suerte me sonríe. Paso junto a un local de cierto aspecto señorial llamado La Peña. Recuerdo entonces haber leído este nombre durante el proceso de documentación para este artículo, así que entro en él. Por su decoración novecentista, con maderas oscuras, me recuerda a un club social. Un señor de edad provecta se me acerca y me pregunta si necesito ayuda. Le pregunto por el axarco. Responde con una sonrisa divertida y acompaña con un gesto la frase “es la puerta pequeña, a la izquierda”.
Animado, paso a otra estancia que aloja un bar típico andaluz. Me atiende una mujer robusta que me pregunta qué deseo tomar. Pido una cerveza para quitarme la caló y le pregunto si tienen axarcos.
- Antonio, te buscan– pronuncia lacónicamente mirando al infinito.
Aparece de la nada Antonio Marín Ruiz “El Gamba”. Ex torero y capitán del establecimiento. Es delgado, alto, de unos sesenta años y me recuerda a Benito Pocino, el actor que interpretó en La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón al famoso agente transformista de la TIA.
Le digo que soy el reportero más dicharachero de Strambotic, aunque los más seguro es que no sepa de qué le hablo (ni falta que le hace) y que vengo en busca de este Yeti de la numismática ibérica. Tras escucharme, entra en la trastienda del establecimiento durante unos segundos que me parecen interminables. Si vuelve con las manos vacías, no cobraré este artículo, ya que nunca lo escribiré. Vuelve al instante para entregarme con gesto ceremonioso el Vellocino de Oro, el Dorado, las Siete Ciudades de Cíbola: ¡el axarco!
Me muestra distintos billetes que guarda en una especie de carpeta. Los miro y los acaricio con las yemas de los dedos. En ellos aparece el rostro de Ibn al-Baitar, el botánico del siglo XIII nacido en Benalmádena cuyo libro Kitāb al-Jāmiʻ li-mufradāt al-adwiya wa-l-aghdhiya (Libro recopilatorio de medicinas y productos alimenticios simples) fue obra de referencia para los médicos de la Edad Media. (No, no hace falta que se asombren ante mi inmensa cultura, lo del libro este lo acabo de leer en internet).
Delante de los billetes recuerdo unas palabras de José Luis Gámez, hijo del creador de la moneda y Presidente de la recóndita Fundación Axarco. Aparecían en un artículo de La Opinión del año 2012.
“La Axarquía cuenta con multitud de fiestas gastronómicas como la de las Migas de Torrox o el Melocotón de Periana en las que se podría utilizar el Axarco, lo que generaría una mayor promoción turística“
José Luis proponía en este artículo que las asociaciones de comerciantes generasen un comercio interno entre ellos gracias a este parné, y apostaba por conceder microcréditos en esta moneda para aquellas personas que no consiguiesen préstamos de las entidades bancarias. ¿No sería una buena idea, en los que tiempos que corren? ¿Cómo es que nadie ha lanzado una petición en Change.org pidiendo un impulso para el axarco? Esta moneda supondría un atractivo más para la zona. En Gibraltar te cobran 2’37 euros por estamparte un sello alegal de “La Roca” en el pasaporte.¡Y no te dan migas, ni melocotones!
¿Ha muerto el axarco?
Le pregunto a “El Gamba”, que me acaba de regalar un calendario con su foto tras una breve charla informal, si conoce de algún otro lugar donde encontrar este peculio en Vélez-Málaga. Me dice que hay una ferretería calle arriba que tiene expuestas las monedas en el escaparate. Antonio no sabe que, como comprobaré minutos después, la ferretería cerró hace años y se encuentra en ruinas. Parece que, como “el probe Migué”, hace mucho tiempo que no sale. Miro el reloj y va siendo hora de irse a la Playa.
No puedo irme sin hacerle una pregunta. ¿Ha muerto el axarco? Frunce el ceño y niega con la cabeza.
-¿Aceptarías entonces que te pagase con axarcos, si tuviese alguno?
-Por supuesto, además, le sacaría ganancia, me lo piden de todas partes. El otro día me llamaron desde Valencia para pedirme.
Hurgo en mi un bolsillo de mi pantalón, buscando la cartera, cuando me sorprende depositando en mi mano libre un billete. Es de color rojizo, aunque soy daltónico, así que tampoco me hagan mucho caso. El botánico árabe me mira desde el medievo a través del papel y me anuncia que “vale por 100 pesetas”
– Toma, un regalo– musita Antonio.
Le doy las gracias. Pago la cerveza (con euros) y me voy con una sonrisa en el rostro tras despedirme de aquel caballero templario, un protector de este peculiar Grial veleño creado por Antonio Gámez Burgos. Puede que, después de todo, el Axarco sea como la lengua Tanema de las Islas Salomón, de la que sólo queda una persona capaz de hablarla. Sigue viva.
Publicado originalmente en Strambotic. Con información de La Opinión , El País, Wikipedia, Diario Sur, y el Archivo Municipal de Vélez Málaga. Si quieres conocer a Antonio “el Gamba”, visita el bar La Peña “El Gamba” en la Plaza de Las Carmelitas (Vélez- Málaga).
Más se perdió en Calahorra:
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