Crean redes sociales, conectan aparatos a internet para facilitarnos el trabajo, desarrollan aplicaciones que nos hacen la vida más llevadera… Todos ellos son emprendedores, cuya receta mágica se ha basado en una buena idea (y financiación). A partir de ahí, cabe preguntarse cómo surge todo lo demás. ¿Cómo se crea un emprendedor? Quizá uno de los que tuvo más éxito antes de que la primera burbuja de las puntocom estallase pueda enseñar algo al respecto.
Se trata de Bo Peabody. Quizá su nombre no sea de los más conocidos del mundo de las tecnológicas, pero su proyecto marcó todo un hito en la historia de internet, allá por los 90. En 1994, recién graduado, creó Tripod.com, una página web que se convirtió en la hermana mayor de Facebook, no solo porque intentaba ser una especie de red o medio social, sino porque también nació en un dormitorio de residencia de estudiantes.
Mientras que Zuckerberg quería conectar a los estudiantes de la Universidad de Harvard, desde su cuarto y junto a otros compañeros, Peabody tenía en mente unir a aquellas personas de la misma edad que comenzaban una carrera y necesitaban información sobre alojamiento o que, simplemente, querían saber cómo redactar un currículum. Todo, con el fin de ofrecerles esos servicios. También, en sus primeros años, tenía una revista con descuentos para los estudiantes. Con el tiempo, Tripod.com se hizo más famosa por ofrecer ‘hosting’ gratuito o de pago para crear páginas web.
Pero la figura de Peabody no destaca solo por la mera creación de este precursor de Facebook. Con su experiencia al frente de Tripod.com, Peabody escribió un libro sobre su faceta emprendedora llamado ‘Lucky or Smart?’, traducido al español como ‘¿Listo o afortunado?’. El estadounidense lo publicó en 2008, cuando ya había fundado varias empresas y pasado crisis tecnológicas de todo tipo. Su relato permite conocer de cerca si el emprendedor nace o se hace: si hay alguna forma de crearlo o si simplemente había algo de suerte en su camino.
El libro surgió precisamente de lo que había hecho como fundador de Tripod: en 1998, cuando estaba en lo más alto de su popularidad (se consideraba la octava web más grande del mundo), la vendió a Lycos a cambio de 58 millones de dólares (algo más de 50 millones de euros al cambio actual) y un paquete de acciones. Y a finales de 1999, justo unos meses antes de que estallara la burbuja de las puntocom vendió esas mismas acciones para invertir en bonos y una casa. Fue una jugada maestra con la que evitó la crisis y por la que muchos se preguntaron si fue solo un golpe de suerte o si el empresario lo había previsto todo.
Para él, todo comenzó cuando estaba estudiando en la universidad. Ya entonces se fijó en cómo los ordenadores se estaban convirtiendo en medios de comunicación importantes para su generación, en detrimento de los libros. Junto a sus compañeros y un profesor comenzó a trabajar en Tripod y en 1994, una vez graduado, lo lanzaron como una empresa de internet.
Aunque estuvo atento sobre las bondades del nuevo medio, ese que todavía muchos estadounidenses no conocían, en el libro también reconoce que tuvo que contratar a un equipo de programadores para que le ayudaran: “Lo hice porque no tenía ni idea de cómo instalar un navegador en mi ordenador” (él había estudiado Ciencias Políticas). Humildad ante todo. Por otra parte, consiguió financiación en agosto de 1995 gracias a que pudo convencer a New Enterprises Associates (NEA), una de las firmas de capital riesgo más importantes del mundo. Lo hizo a base de mencionar internet “varios cientos de veces”.
Después de vender la compañía a Lycos y apenas un año después deshacerse de sus acciones de esta compañía (que en la burbuja sería comprada por Terra en una operación que resultó ser poco rentable), muchos le preguntaron la clave de su éxito. ¿Suerte o inteligencia? Él lo resume así: “Yo era lo suficientemente inteligente para darme cuenta de que tenía suerte”.
Para él, la suerte forma parte en gran medida de la vida de un emprendedor. De hecho, asegura que “los emprendedores deben creer en la suerte”. Sin embargo, distingue entre la “suerte de todos los días”, que sería por la cual te encontrarías, por ejemplo, un billete de 500 euros en la calle, y la “suerte empresarial”, que es la que se forja con el trabajo diario. Así “la suerte les sucede a los emprendedores que fundan compañías que son fundamentalmente innovadoras, moralmente aceptables y filosóficamente positivas”. La gente se terminará reuniendo alrededor de estas empresas (futuros clientes, trabajadores…) y trabajará duro para conseguir el éxito.
Peabody cuenta que Tripod hizo dinero porque vendió anuncios a Ford y Visa, pero mientras ofrecía a los internautas un creador gratuito de páginas web (o lo que ahora conocemos como blogs). En 1997, tenía ya casi un millón de usuarios registrados, y todo esto, en los tiempos en los que internet estaba casi en pañales.
Así, para Peabody el éxito se podría resumir en una mezcla de suerte con perspicacia para estar atento a las oportunidades y saber que se está viviendo el momento adecuado. Solo trabajando se puede alcanzar este nivel. Por lo tanto, parece que el emprendedor se hace. Y que el dormitorio de una residencia de estudiantes, una vez más, parece el lugar idóneo para que surja la chispa.
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Con información de ‘¿Listo o afortunado?’, Abrir un negocio, Wikipedia (1, 2), Internet History Podcast y Penguim Random House. Imágenes de Startupstockphotos.com (1, 2) y Facebook
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