La cerveza es una de las bebidas más antiguas del mundo y, aunque su proceso de fabricación ha ido evolucionando tímidamente a lo largo del tiempo, en los últimos años el sistema apenas ha cambiado. La producción de esta bebida tan común en nuestras terrazas y bares se ha mantenido inmutable durante cientos de años, y, de manera muy resumida, consiste en la fermentación de los cereales con la ayuda de levaduras.
Ahora, la ciencia planea cambiar el método y mejorar el modo en que se fabrica una de nuestras bebidas favoritas. Así, la elaboración de la cerveza podría dar un salto cualitativo gracias al invento de un grupo de científicos del Instituto de Biometeorología de Florencia, en Italia. Lorenzo Albanese y su equipo han ideado un sistema que cambia por completo la química y la ingeniería de la producción de la rubia más famosa del mundo. Los padres del nuevo sistema aseguran que mantiene el sabor original y, además, requiere de menos energía, por lo que su implantación ayudaría a reducir la huella ambiental.
“Proporciona ventajas significativas porque reduce el coste de capital, disminuye el tiempo de producción, mejora la eficiencia energética en la producción y los alimentos son seguros, todo ello mientras mantiene las cualidades propias de la cerveza”, afirman en el estudio.
La clave del invento es la cavitación, un fenómeno poco conocido pero que podría transformar por completo el mundo cervecero. En ocasiones, cuando un líquido está en movimiento, se forman en su interior huecos llenos de gas en forma de burbujas. Puede afectar a todo tipo de líquidos, incluyendo al agua. Por ejemplo, las hélices de un barco producen este fenómeno cuando agitan el agua y crean un rastro de burbujas a su paso.
Para conseguirlo artificialmente, normalmente se juega con la presión del líquido, variándola para que se produzcan estas burbujas. Aunque parezca un proceso poco llamativo, en realidad va acompañado de unos cambios drásticos de temperaturas: cuando estas burbujas colapsan, pueden subir la temperatura de su entorno en cientos de grados y alcanzar unas presiones que superan hasta 5.000 veces la atmosférica.
En el proceso de fabricación de la cerveza, se van introduciendo los ingredientes principales, como la levadura y la malta y se extrae azúcares de ellos, entro otros muchos pasos que hay dar para obtener el líquido dorado. Después, hay que dejar el material fermentar durante varios días para que la ciencia de la naturaleza obre el milagro y el azúcar se convierta en alcohol.
Durante todo este proceso, se tiene que dar un juego complicado de temperaturas y, como es lógico, el coste energético es alto. Para hacernos una idea, solo producir 100 litros de cerveza requiere de 32 kilovatios por hora. En comparación, ver la televisión durante 10 horas seguidas consume de media un kilovatio por hora. Sin embargo, lo que proponen los investigadores italianos es aplicar el fenómeno de la cavitación a la técnica de fabricación de la cerveza y aseguran que, a pesar de los cambios en la metodología, logran conservar el sabor.
“Anticipamos que el nuevo proceso de elaboración de cerveza ofrece un sabor, aroma, cuerpo y color comparables con los de las cervezas artesanales, al tiempo que ofrece mayores ventajas”, explican los autores de la investigación.
Fabricar la cerveza más rápido
El equipo de científicos comenzó a investigar este peculiar fenómeno, que provoca que cambie la química del agua, por las grandes oportunidades que promete. El agua es un elemento esencial en la cerveza, así que jugar con sus propiedades ofrecería teóricamente un sinfín de nuevas posibilidades en su fabricación.
Al experimentar con este fenómeno, los científicos descubrieron que es posible producir la cavitación dentro de la bebida, lo que además de economizar en lo que a tiempo se refiere, supone gastar menos energía. Los investigadores afirman que, gracias a la cavitación, no es necesario moler los granos antes de la preparación: así, si ahora los cerveceros tienen que moler el grano para poder obtener suficiente cantidad de azúcares, con la cavitación el agua pulverizaría el propio grano y lo reduciría de tamaño. El agua tratada también le ahorraría a los cerveceros el tener que distribuir agua caliente sobre el grano para sacar el azúcar.
Para llegar a esta conclusión, tuvieron que construir unas instalaciones donde realizar sus experimentos y probar diversos métodos de cavitación hasta beneficiarse de las ventajas de la técnica correcta. Aunque a la hora de la verdad los detalles del invento sean técnicos y un poco difíciles de comprender, lo importante es que, según los investigadores, este sistema que provoca burbujitas de forma natural daña menos el medio ambiente (y aligera la factura de la luz de las fábricas, que no es cosa menor).
Sin embargo, no todos son ventajas. Los investigadores no señalan lo que costaría comprar o construir el equipo necesario para producir de esta manera la cerveza. En la práctica, un equipo muy caro impediría que el sistema se extendiese rápidamente.
Aún así, quizás merece la pena realizar la inversión. “La cerveza es la bebida alcohólica más consumida en todo el mundo“, señalan en el informe. Por lo tanto, los beneficios de una producción más limpia y eficiente podrían llegar a mucha gente y ayudar al planeta. Mientras los fabricantes se deciden o no por este método, lo mejor será sentarse y esperar con algo fresquito entre manos.
Con información de MIT Techonology Review y FWx. Imágenes de Pixabay, TobiasD, Tiburi y Ecovidrio.
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