Antes de que WhatsApp, Telegram y otras aplicaciones facilitaran las comunicaciones, la sociedad se apañaba con herramientas menos tecnológicas para mantenerse en contacto. Desde las señales de humo a las palomas mensajeras, pasando por postales o los mensajes en una botella, distintos métodos de comunicación permitieron que familia, amigos y enamorados intercambiaran mensajes, usando en muchas ocasiones códigos bastantes similares al lenguaje que ahora utilizamos en chats y mensajes de texto.
Las postales, por ejemplo, fueron uno de los primeros sistemas de comunicación que emplearon un lenguaje particular. Lanzadas oficialmente en 1873 en Francia, pronto se popularizaron, ya que eran más baratas que las cartas y no requerían de tanta escritura. En un momento en el que una gran parte de la población todavía era analfabeta y otros tantos tenían problemas para componer textos largos, estos pequeños cartones eran la opción más accesible y, además, la más instantánea, debido a que el correo se repartía varias veces al día y a que casi cada pueblo contaba con su propia oficina de correos.
Al igual que los mensajes prerredactados que te permite utilizar el móvil o que ahora te sugiere Gmail como respuesta a los correos recibidos, algunas postales incluían una selección de frases para que se marcaran aquellas que se querían comunicar. Además, y como pasa con mensajes de texto y conversaciones de chat, la puntuación y la gramática perdían importancia para ahorrar espacio y que se pudiera condensar toda la información necesaria en unas cortas líneas.
No fue el único sistema de comunicación que modificó la forma de expresarse. El telégrafo también generó algunas abreviaturas que parecen más propias del lenguaje de los milenials y de la generación Z que del invento de Morse. De hecho, debido a que compañías como la Electric Telegraph Company o la Western Union cobraban por palabra, surgieron numerosas guías de códigos telegráficos destinadas a reducir el número de palabras empleadas y a jugar con las abreviaturas. Además, las expresiones más comunes se acortaban. Así, ‘Thank you’ (gracias) pasaba a ser ‘TY’ y ‘Please’ (por favor) pasaba a ser ‘PLS’.
También hay quien desarrolló su propio código. Por ejemplo, dos empleados del telégrafo que nunca se conocieron entre ellos, pero que se comunicaban gracias al aparato, se mandaban mensajes como “Hw r u ts mng?”, una versión tremendamente abreviada de “How are you this morning?” (“¿Cómo te encuentras esta mañana?”) que bien podría haber salido del teléfono de un adolescente. Y eso no es todo. Aunque ahora los jóvenes emplean la abreviatura LOL para mostrar que se están riendo a mandíbula batiente, el código morse también encontró su propia fórmula para expresar la risa a través de las líneas del telégrafo. La secuencia HI HI (…. .. …. .. en morse) era la forma empleada para expresar una carcajada.
Sin embargo, puede ser que las líneas de telégrafo, con los operarios enterándose de cada mensaje, no fueran el mejor sitio para decir algo a la persona amada. Quizá por eso, en el siglo XIX se popularizaron en Estados Unidos unas pequeñas tarjetas con mensajes de ligoteo que los hombres entregaban a la mujer en la que estaban interesados pidiendo visitarlas o acompañarlas a casa. Además, y a falta de los dos tic de WhatsApp para confirmar si se había recibido o no el mensaje, la tarjeta incluía una petición: ser devuelta en el caso de que la dama no estuviera interesada.
Otros métodos de comunicación particulares
Más allá de telegramas, postales y tarjetas, siglos antes ya había otros métodos de comunicación que, a falta de tecnología, empleaban un poco de ingenio, buenos códigos e incluso ayuda animal para que fluyeran las conversaciones entre personas distantes.
Las señales de humo, por ejemplo, se utilizaban para alertar de ataques enemigos en la antigua China, gracias a que se podían observar desde las distintas torres de la Gran Muralla. Además, las tribus de nativos americanos también las empleaban como una forma de comunicación, cada una de ellas con su código particular. Y aunque parezcan un método un tanto ancestral, hoy en día aún hay una gran ceremonia que usa el humo como forma de transmitir un mensaje: cuando el Papa es elegido se enciende la fumata blanca frente a la negra que se puede observar cuando la votación no ha sido exitosa.
Los mensajes en una botella también han sido un método de comunicación que se ha alargado a lo largo de los siglos. Y, de hecho, no todas las botellas con historia fueron lanzadas por náufragos contando su situación desesperada. En 1956, un marinero llamado Ake Viking decidió encontrar el amor a través del mar y lanzó una botella con un mensaje dirigido a “alguien bello y lejano”. Dos años más tarde, el marinero recibía respuesta de una mujer siciliana que había recogido su mensaje, iniciándose así una correspondencia por carta que culminó con la visita del marinero a Italia y su posterior boda.
Antes de las botellas estuvieron las palomas mensajeras, otro de los canales de comunicación más antiguos, pues se remonta más de 3000 años atrás. Empleadas, entre otras cosas, para anunciar al ganador de las Olimpiadas en la Antigüedad, en torno al año 1500 se convirtieron en un recurso muy utilizado en Europa, sobre todo en época de guerra. En el siglo XIX, todavía se mantenía su uso llevando, por ejemplo, las noticias de la agencia Reuters allá donde no llegaban las primeras líneas de telégrafo.
Aunque el concepto de ‘instantáneo’ haya cambiado mucho desde lo inmediatas que se consideraban las postales hasta la rapidez actual que nos permiten nuestros ‘smartphones’, hay quien siempre encontraba la manera de enviar un mensaje al ser amado. Por suerte, ahora todo es mucho más fácil, especialmente con servicios como Vodafone Chat que te permite utilizar las aplicaciones de mensajería instantánea sin gastar datos, así como enviar tantos SMS como quieras con el objetivo de que siempre estés conectado.
Con información de cultureXchange, Mentalfloss, Daily Mail y Sunday Magazine. Las imágenes son propiedad de Wikimedia, Sara Cooper e Ingrid Taylar.
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