Más allá de lo que ha supuesto para la industria de la seguridad o del entretenimiento, la irrupción de los drones en la comunidad científica está suponiendo toda una revolución. El dominio del espacio aéreo por control remoto y sin necesidad de un gran gasto económico está sirviendo para reducir tiempos y esfuerzo humano, algo que en el campo de la medicina se ha recibido especialmente con los brazos abiertos. Y es que el dron puede ser nuestro ángel de la guarda moderno, a través del transporte de medicinas, desfibriladores, muestras de sangre… Todo, gracias a esa capacidad suya de llegar a lugares de difícil acceso y batiendo tiempos récord.
Una de las grandes barreras de la medicina siempre fue el tiempo de actuación, ya que, a la hora de salvar una vida, cada segundo cuenta. De ahí que sea tan importante, por ejemplo, la disponibilidad de desfibriladores en lugares públicos, con audio-instrucciones para que cualquiera pueda seguirlas. Ahora, parece que el dron desfibrilador será el siguiente paso.
Un grupo de investigadores del Instituto Karolinska de Suecia se ha planteado si el uso de drones equipados con un desfibrilador podría agilizar los primeros auxilios en una situación de emergencia. El primer objetivo era comprobar si este sistema sería más rápido que el actual sistema de ambulancias. Una vez listos los aparatos no tripulados, decidieron hacer 18 vuelos a lugares situados a 10 kilómetros de la estación desde la que operaban (en Norrtälje, una zona rural cercana a Estocolmo) y dónde habían ocurrido paros cardíacos en los últimos ocho años.
El tiempo medio de viaje del dron hasta la ubicación de la emergencia fue de 5 minutos y 21 segundos. Mientras tanto, el tiempo medio registrado por las ambulancias cuando ocurrieron estas emergencias reales fue de 22 minutos. Esta mejora de los tiempos de actuación podría salvar cientos de vidas al año pero, aunque el experimento ha funcionado, aún no se puede aplicar en el día a día debido a las restricciones que existen tanto en Europa como en Estados Unidos respecto al uso de los drones sobre el espacio aéreo.
África, pionera en drones médicos
Mientras que la cuestión legislativa progresa de forma lenta en Occidente debido a la congestión del espacio aéreo, en países como Ruanda los drones médicos llevan funcionando un tiempo. Desde hace un año, concretamente. Fue entonces cuando la empresa Zipline comenzó a lanzar drones comerciales que fueron distribuidos en casi dos docenas de hospitales del país centroafricano.
Estos drones llamados Zip puede llegar a cargar con un paquete de kilo y medio, con un alcance de 120 kilómetros de distancia y a una velocidad de 100 kilómetros por hora. El personal sanitario puede, por lo tanto, suministrar medicamentos y material médico a lugares remotos ahorrándose horas de viaje en coche. Los drones vuelan con una ruta previamente programada utilizando el sistema GPS y cuando están a punto de llegar avisan por SMS al destinatario, que no tiene más que esperar fuera a que el Zip deje caer en paracaídas el pedido antes de volver a la base.
First delivery of blood to a hospital pic.twitter.com/1URysgL6iS
— Keller Rinaudo (@KellerRinaudo) October 16, 2016
Ruanda ha conseguido que el elevado número de muertes por sida, tuberculosis y malaria haya descendido considerablemente estos años. Poder sortear su complicada orografía y su falta de infraestructuras de transporte gracias a estos drones ha influido en la mejora de la calidad de vida de los ruandeses. Zipline, con más de 350 vuelos en lo que va de año, asegura en su web que su base de operaciones en Muhanga se convirtió en el aeropuerto más concurrido de Ruanda en algunos momentos de este pasado verano.
La ONU, por su parte, ha recogido el testigo de Ruanda y ha comenzado a emplear drones para lanzar anticonceptivos en las zonas rurales y aisladas de Ghana, donde el acceso a los preservativos es muy limitado. UNICEF también está trabajando en el uso de drones en Malawi para el transporte de muestras de sangre a laboratorios con el fin de agilizar las pruebas del VIH. En Malawi, una de cada diez personas da positivo en VIH, pero el país solo cuenta con 8 laboratorios que pueden detectar la enfermedad. Así, al igual que en Ruanda, una red de drones ayudaría a mejorar los tiempos y salvar vidas.
Drones desechables y Google Glass para catástrofes
Una de las principales trabas a las que se enfrentan los drones por ahora es la vida de sus baterías, lo que suele complicar el viaje de vuelta de estos vehículos cuando recorren grandes distancias. Sin embargo, un grupo de investigación de Otherlab, en San Francisco, ha dado con la solución para que los drones operen en zonas de difícil acceso o largas distancias.
Otherlab ha diseñado un dron desechable, un planeador de papel de un solo uso que puede cargar con medicinas o material médico. Como está diseñado para realizar un solo trayecto, los materiales son baratos y, de hecho, no dispone de motor. De esta forma, tiene que ser lanzado por otro objeto volador en movimiento (que suele ser otro dron). Una vez lanzado, el planeador es capaz de llegar al destino fijado gracias a un pequeño ordenador y sensores que van a bordo. Este dron sería especialmente práctico en situaciones de emergencia o catástrofe, ya que podría llegar de forma rápida a lugares que se hayan quedado aislados.
El Colegio Universitario de Medicina Osteopática William Carey en Mississippi, mientras tanto, también está interesado en usar drones para situaciones de desastres naturales o ataques terroristas, pero en este caso como asistente para ayudar a los supervivientes. Este dron entregará un kit completo de telemedicina con unas Google Glass para ayudar a conectar al médico o especialista con la persona que necesita atención durante la emergencia.
Al igual que los otros proyectos, este dron es totalmente viable y su uso se podría aplicar hoy mismo en hospitales, pero antes es necesario que las instituciones hagan que la regulación del espacio aéreo sea algo más flexible. De esta forma, pronto podríamos ver a los drones llegar volando desde cualquier punto para salvarnos la vida.
Con información de New Sciencist, Stat y Recode. Imágenes de Karolinska Institutet y Otherlab
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