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¿Halcón Milenario o Destructor Imperial? Así son las naves espaciales fuera de ‘La guerra de las galaxias’

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Con un brazo biónico, barba por contrato y unas cuantas arrugas más, Luke Skywalker volverá a subirse en el pedazo de chatarra más rápido de la galaxia. Este mismo viernes podremos admirar de nuevo el vuelo del Halcón Milenario y contemplar a sus nuevos tripulantes, entre los que se encuentra un pájaro chillón al que Chewbacca detesta. Todo llegará con el estreno del Episodio VIII de ‘La guerra de las Galaxias’, ‘Los últimos Jedi’.

No es la única nave espacial del esperado film que nos resultará familiar: también veremos unos cuantos cazas estelares, como el temible TIE Silenciador que transporta al malvado Kylo Ren, o una suerte de Destructor Estelar renovado. Pero ¿se parecen en algo los vehículos de la famosa saga intergaláctica a los que hoy viajan por el espacio exterior? ¿Cómo son nuestras construcciones espaciales más sofisticadas comparadas con las de la nueva película protagonizada por la valiente Rey o las de sus antecesores?

La nave Orión o los cohetes de SpaceX no son un disco volante

Aunque el Halcón Milenario se haya convertido en una de las naves espaciales más célebres de la ciencia ficción, lo cierto es que algunos investigadores le han buscado el lado oscuro. Sus acrobacias, similares a las de un avión, el zumbido de sus motores pese a que el sonido no se propaga en el vacío o la generación de gravedad en el interior de la aeronave son algunos de los aspectos que han criticado profesores de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Más allá de esos detalles y como es lógico, no hay ninguna nave real que supere la velocidad de la luz como hace el Halcón Milenario. El año que viene, la NASA lanzará la sonda Parker Solar Probe, que tratará de rozar el Sol a 700.000 kilómetros por hora (194 kilómetros por segundo). Una hazaña que la convertirá en la nave más rápida de la historia, pese a estar muy lejos aún de esos imposibles 300.000 kilómetros por segundo.

Es más, el diseño del Halcón Milenario, de unos 30 metros de largo, se parece más al de un imaginario platillo volante lleno de extraterrestres que al de una aeronave real. No en vano, los propios creadores pretendían que su forma fuera original. En el rodaje de ‘Una nueva esperanza’, idearon una aeronave de diseño más convencional (la que acabaría siendo Tantive IV en la saga), pero se percataron de que una serie de televisión mostraba un vehículo espacial muy similar, así que le dieron su característica forma de hamburguesa.

En la realidad, muchas de las naves espaciales tripuladas, desde las cápsulas utilizadas en las misiones Apolo a las más sofisticada y amplia Orión (de unos 5 metros de largo y 4,5 de alto, y que partirá el año que viene sin pasajeros en su primer vuelo), tienen forma de cono truncado. Ese diseño clásico continúa usándose por su eficacia a la hora de regresar a la Tierra. Al descender, las cápsulas impactan contra las moléculas del aire y su forma hace que se cree una capa de aire alrededor del vehículo que lo protege de las altas temperaturas cuando entra de nuevo en la atmósfera terrestre. Si su extremo inferior tuviera forma de aguja en lugar de esa gran base redondeada, se calentaría excesivamente.

Ahora bien, algunas naves concebidas en el planeta Tierra también tienen formas impactantes: la NASA lanzó hace un par de años una nave similar a un platillo volante, aunque lamentablemente acabó estrellándose, y uno de los diseños más extraños que la agencia espacial ha financiado recientemente es un vehículo con forma de lámina ideado para envolver los desechos espaciales.

Tampoco las naves se elevan con tanta facilidad como el Halcón Milenario u otras de la saga, que despegan del suelo como si fueran helicópteros. Desde hace décadas, son los cohetes los que las propulsan para ponerlas en órbita. Sin embargo, también hay quien quiere innovar en este ámbito. Uno de los que más empeñados está en hacerlo es el excéntrico Elon Musk, fundador de SpaceX. Hace unos meses, la compañía lanzó por primera vez al espacio un cohete recuperable, su Falcon 9, capaz de volver a la Tierra y aterrizar sobre una barcaza después de poner su carga en órbita.

Más ambicioso aún es el último proyecto del magnate sudafricano, el Big Fucking Rocket. Con 9 metros de diámetro y 106 metros de alto, una altura similar al célebre Saturno V que llevó el hombre a la Luna, este cohete propulsado por 31 motores pretende llevarnos a Marte en 2022. En su parte no desechable (la que llegará al planeta rojo o nos trasladará de una punta a otra de la Tierra en menos de una hora) se alojarán hasta 100 pasajeros distribuidos en una cuarentena de camarotes, muchos más tripulantes de los que ha albergado el Halcón Milenario.

La ISS, ¿la Estrella de la Muerte pacífica?

Pese a los rumores, no hemos visto imágenes en ‘Los últimos Jedi’ de otra de las construcciones espaciales más míticas de la saga: la destructiva Estrella de la Muerte. Podríamos considerar que la versión real de esa estación espacial de combate creada por el Imperio Galáctico es la Estación Espacial Internacional (ISS) que orbita la Tierra y ha permitido investigar a astronautas de casi una veintena de países.

No solo su fin es diferente al del complejo capaz de destruir planetas con un temible láser, sino también su tamaño. La ISS, la mayor estación espacial, mide 109 metros de largo, y sería una miniatura respecto a la Estrella de la Muerte: se calcula que la primera de la saga tenía entre 120 y 160 kilómetros de diámetro, y la segunda, unos 900 kilómetros.

Hace unos años, más de 30.000 personas firmaron una petición para solicitar al Gobierno de Estados Unidos que construyera una Estrella de la Muerte fuera de la ficción. Con gran ironía, la Casa Blanca respondió que el presupuesto sería desorbitado (850.000 billones de dólares) y que no merecía la pena construir una estación de esas características teniendo en cuenta que puede destruirse con facilidad: recordemos que a Luke Skywalker le bastó con disparar en un conducto de escape para provocar la explosión de la primera

Compuesta por diferentes módulos y provista de enormes paneles solares, la ISS, cuya jubilación está prevista para 2024, en poco se parece a la esférica Estrella de la Muerte. Tampoco se asemeja su posible descendiente, la Deep Space Gateway, que estará en órbita alrededor de la Luna y será más modesta que la veterana estación espacial. En realidad, el destructivo complejo se parece a otro cuerpo del espacio: Mimas, una de las lunas de Saturno, con un cráter muy similar al de la estación

La parte real de los cazas estelares

La ISS, por su parte, es similar desde un cierto ángulo a los cazas estelares TIE (Twin Ion Engines, doble motor de iones) de la saga. Pero las semejanzas van más allá, porque la propia NASA está usando los motores de iones. Dawn, una sonda que orbita en el planeta enano Ceres, cuenta con uno, y la Universidad de Michigan ha diseñado un propulsor de iones, el X3, gracias al que podríamos viajar a Marte en los próximos años

Eso sí, la forma de los cazas estelares es en realidad similar al de las aeronaves que han sobrevolado el campo de batalla en la Tierra. No en vano, hace cuatro décadas, George Lucas soñaba con recrear con naves espaciales los combates aéreos de la II Guerra Mundial en el primer film de ‘La guerra de las galaxias’.

Ahora bien, el diseño de otra de las naves imperiales que vimos en las primeras películas de la saga, así como el año pasado en ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’, es aún más extraño que el de los cazas estelares. Los Destructores Estelares Imperiales son gigantescos en comparación con las naves espaciales reales (un usuario de Reddit comparó el Ejecutor, nave insignia de Darth Vader, con el distrito de Manhattan), su forma de pizza o cuña no tiene mucho sentido a juicio de algunos expertos (no puede aprovecharse de las corrientes de aire ascendentes, puesto que en el espacio no hay aire) y el coste para construirlo también sería desproporcionado.

A todo ello hay que sumar que tampoco es indestructible: una pequeña nave impacta contra el sistema de control del Ejecutor y este se precipita hasta chocar contra la segunda Estrella de la Muerte. Habrá que esperar ahora para ver las capacidades de la versión renovada del destructor estelar en ‘Los últimos Jedi’, el acorazado de la Primera Orden, de 7.600 metros de largo.

Así que, como hemos podido comprobar, las naves de ‘La guerra de las galaxias’ tienen unas capacidades superiores a las más punteras que se están creando en el planeta Tierra y son muy diferentes a las que se están construyendo en la realidad, guardando tan solo ciertas semejanzas con ellas. De un modo u otro, disfrutaremos igualmente viéndolas en acción con el estreno de la última entrega de la saga este fin de semana. Al fin y al cabo, las aventuras de Rey y Luke discurren en galaxia muy, muy lejana. 


Con información de Star Wars, Star Wars WikiaFundació Catalana per a la Recerca i la Innovació,  NASA, New York Times,  Popular Science, Space.com, Popular MechanicsHoja de Router. Imagen de la ISS de Wikimedia Commons

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