La ciencia y la tecnología buscan constantemente nuevos materiales y procesos con los que enfrentarse a un mundo cada vez más exigente: agua como combustible, móviles gelatinosos… La ingeniería está cada vez más alerta para sustituir lo tradicional, incluso en la moda. Gracias a ello precisamente, la idea de un tejido que nos resguarde en invierno pero que también nos haga sentir cómodos en verano no será vista nunca jamás como una utopía.
La ‘startup’ Kestrel Materials tiene una premisa clara: “Reducir la necesidad de capas voluminosas”. Con ese objetivo, han desarrollado un tejido que reacciona de forma distinta al frío y al calor, adaptándose así al cuerpo de la persona que porta las prendas de vestir para hacerle sentir bien haga el tiempo que haga. La clave está en la creación de un material flexible que se coloca entre capa y capa de tejido (puede ser cualquiera de los más habituales, como nailon o poliéster) y que reacciona al ambiente.
Cuando fuera los termómetros empiezan a bajar, el material se flexiona y se desarrollan unas bolsas de aire que ayudan a guardar la temperatura corporal y a no sentir las inclemencias de la calle. Cuando el verano pega fuerte, esas mismas bolsas de aire se desinflan y se transpira mejor. En un vídeo de la compañía se pueden ver cómo funcionaría:
Kestrel Materials pretende que este nuevo material funcione bien tanto en exteriores como dentro de los edificios. Según afirman, cuando la temperatura ha cambiado hasta 10 grados, los primeros prototipos han doblado los tejidos a más del doble de lo que ocupan normalmente. Además, ya que todo se basa en una respuesta a los cambios de temperatura, no hace falta que los usuarios hagan algo para que la ropa ‘funcione’, como pulsar un interruptor o tocar un botón.
La empresa señala que controlar la temperatura con su nuevo tejido no solo hace que las personas se sientan a gusto, sino que también ayuda a mejorar el medioambiente: el consumo energético (aire acondicionado, calefacción…) y las emisiones a la atmósfera se reducirían un 2 %. También ayudaría a realizar actividades al aire libre de forma más placentera, como senderismo, y facilitaría los viajes, al tener una sola prenda de vestir que se adapta a las condiciones del aeropuerto, la estación de autobuses o el destino, por poner unos ejemplos. Los climas extremos, como los desiertos, también serían óptimos para estos tejidos, así como actividades como el montañismo o la escalada. Además, debido a su gran versatilidad, se podrían confeccionar sacos de dormir con ellos.
Kestrel Materials se presentó con otras ‘startups’ en la Summer 2017 Demo Day de Y Combinator, una incubadora de empresas de la que han salido con éxito empresas tecnológicas tan importantes como Airbnb o Dropbox. Ahora solo queda que puedan alcanzar el mismo éxito que estas. Actualmente, Kestrel Materials se acaba de trasladar de San Francisco a Portland para capitalizar la fuerza laboral y textil altamente calificada de esa ciudad, mientras la compañía investiga cómo se siente este tejido inflable en la piel y qué pasa cuando se lava y se seca.
Ropas inteligentes
El de Kestrel Materials no es el único proyecto con el que la ropa se convierte en algo más que un puñado de fibras. ATTACH (Tecnología de Textiles Adaptativos con Refrigeración Activa y Calefacción, en inglés) es un proyecto de la Universidad de California en San Diego que cuenta con financiación del Departamento de Energía de Estados Unidos. La idea es que la ropa se adapte por igual al frío o al calor y mantenga el cuerpo humano a unos 33,8 grados.
Para ello, ATTACH funciona de forma parecida a la propuesta de Kestrel Materials: unos polímeros del tejido se hinchan o se contraen en función de si hace más frío o más calor, respectivamente. Dichos polímeros se pueden colocar a lo largo de toda nuestra ropa o en algunas partes de nuestro cuerpo, como la espalda y los pies, donde tanto el calor como el frío se notan más.
A diferencia del otro proyecto, estas ropas tendrían una especie de elementos recargables con el sudor que recoge la propia prenda de vestir y que aportarían calor o frescor extra. Fue la propia universidad la que desarrolló esta tecnología en 2015, basándose en el lactato, una sustancia presente en la transpiración, sobre todo cuando hacemos ejercicio intenso. Los electrones del lactato generan una pequeña corriente eléctrica que alimentaría a la ropa y a dispositivos electrónicos pequeños, como ‘wearables’ e incluso un ‘smartphone’.
De acuerdo a los investigadores, se podría reducir un 15 % el consumo de energía en casas y otros edificios y sería posible que las personas que porten estas ropas se sientan mejor sin necesidad de estar poniéndose y quitándose capas continuamente. ATTACH está pensado sobre todo para usarse en interiores. Sin embargo, tiene el mismo problema que el tejido anterior: todavía se encuentra en una fase muy inicial y, en este caso, no saben cuánto costaría desarrollar la tecnología a gran escala.
De momento, el proyecto está en desarrollo durante tres años. Así, quizá en un lustro ATTACH y la idea de Krestel Materials nos permitan tener armarios más ligeros. Nosotros estaremos más cómodos, ahorraremos en la factura de la electricidad y contribuiremos a conservar el medioambiente. Solo falta que con esos tejidos se confeccione ropa a nuestro gusto y todo será perfecto.
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Con información de Krestel Materials, GearJunkie, Futurism, IEEE, El Definido y Abc. Imágenes de YouTube y UCSD.
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