Aunque en el colegio nos enseñan a pensar y a desenvolvernos en cualquier ámbito, a veces pecamos de aprender las cosas memorizándolas, sin aplicar un espíritu crítico. Y lo cierto es que, con los cambios y los nuevos descubrimientos constantes, algunas de las cosas que nos enseñaron en la escuela pueden quedar desactualizadas. Lo peor viene cuando, unos años después, descubres que mucho de lo que te contaron los libros de texto y los profesores no era del todo cierto. ¿Es el Everest la montaña más alta de la Tierra? ¿La Gran Muralla China se puede ver desde el espacio? ¿El sol sale siempre por el este? ¡Bienvenido a nuestra particular vuelta al cole!
La ‘profe’ nos subestimaba
La mente humana es capaz de razonar, de recordar y de hacer un examen de matemáticas, pero no está preparada para funcionar a pleno rendimiento. ¿Quién no ha escuchado que los humanos solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro? Pues resulta que no estamos condenados a ser unos cabezas huecas, o al menos no al 90%, porque aprovechamos mucho más nuestra capacidad cerebral. Quizá en un momento dado solo recurramos a una pequeña porción para realizar una determinada tarea, pero, dado que cada función se ubica en una parte del órgano, a lo largo del tiempo habremos activado muchas de estas áreas. Una simple acción, como cerrar y abrir el puño de la mano o decir unas pocas palabras requiere de la actividad de mucho más de una décima parte del cerebro. Incluso cuando se supone que no se está haciendo nada, el cerebro está haciendo mucho, ya sea controlando funciones como respirar o el palpitar del corazón.
Eureka
Al contrario de lo que nos contaron, la bombilla no fue una idea surgida de la cabeza de Thomas Alva Edison. Aunque sus más de mil patentes le convierten en uno de los inventores más prolíficos de la historia, llegó tarde a la iluminación: otros 22 se habían adelantado. Entre ellos Humphry Davy, Henry Woodward o el químico Sir Joseph Wilson Swan, un británico, que es considerado el verdadero inventor de la bombilla.
Lo que hizo Edison fue tomar el invento de Swan (que aún no había sido patentado), en el cual entraba oxígeno y los filamentos se quemaban, y trabajó hasta que consiguió un tipo de material con el cual el filamento no se quemara. En 1878 produjo un prototipo de bombilla cuya luz duraba suficiente para ser comercializada, y se lanzó a registrar su producto. Ya se sabe, los últimos serán los primeros… Aún así el gran olvidado es su némesis Nikola Tesla. El ingeniero serbio es a ojos de mucha gente el verdadero inventor de la bombilla ya que gracias a él se descubrió la corriente alterna, que hacía que las bombillas fueran más duraderas.
Dale al zoom
Los átomos son diminutos y solo pueden verse con microscopios especiales. Están compuestos por varias partículas con nombres que nos suenan bastante: los protones, neutrones y electrones. Estos últimos eran, según algunos libros, las piezas más pequeñas de las que estaba hecha la materia y las partículas más elementales. Sin embargo, nadie contaba con los quarks, más pequeños aún e igual de indivisibles que los electrones. Tampoco se contaba con los aceleradores de partículas ni con los colisionadores de hadrones, que han demostrado que el bosón de Higgs (la partícula de dios, como se le llama coloquialmente) es la partícula que da a toda la materia su masa (cantidad de materia en los sentidos de gravedad e inercia).
Primos lejanos
Los humanos y los chimpancés nos parecemos en muchos aspectos. Pero afirmar que compartimos con estos primates el 99% de nuestros genes es ir demasiado lejos. El número real es un poco menor, concretamente está tres puntos por debajo. Aunque parezca una apreciación nimia, marca la diferencia. Además, aunque se parezcan en un sentido amplio, las diferencias específicas dependen de la zona del ADN que se tenga en cuenta.
Los primates no son los únicos tan similares a nosotros a nivel genético. En 2007 investigadores del Genome Research, descubrieron que algunos gatos son más cercanos a nosotros de lo que podríamos pensar: el gato doméstico de Abisinia tiene un 90% de similitud con nuestro ADN. Y no solo los gatos: los ratones tiene un 85% de similitudes genéticas con los seres humanos. Aunque lo que puede dejar boquiabierto a más de uno es que la similitud genética que tenemos con un plátano es de nada menos que un 60% del mismo ADN.
Un poco más abajo
El Everest es conocido por ser la montaña más alta del planeta Tierra, o así nos lo enseñaron hace algunos años. Pero en realidad el gigante no ganaría una competición de tamaño. El volcán Mauna Kea, en Hawaii, le supera con sus 4.205 metros (el Everest mide 8.848). Pero hay una pequeña trampa. La altura se mide a partir del nivel cero, que equivale al nivel del mar, y como el Mauna Kea está un poco hundido pierde su ventaja. Un poco es un decir, pues este volcán hunde sus raíces en el océano Pacífico y se eleva directamente desde el fondo de la cuenca oceánica, situada 6.000 metros más abajo. Así pues, la altura del Mauna Kea desde su base superaría los 10.000 metros.
Vida nocturna
Los libros de ciencia contaban que las plantas hacen la fotosíntesis por el día, cuando reciben la luz necesaria del sol, y respiran por la noche. Este segundo proceso es el que permite a sus células obtener energía mediante combustión, al igual que sucede en los animales, así es que, a no ser que haya vegetales vampiros, necesitan también respirar bajo los rayos solares. Por tanto la respiración tiene lugar durante el día y la noche. Sin embargo, durante la noche se realiza el proceso de respiración pero no el de fotosíntesis, ya que las plantas necesitan de la luz para realizarla.
Amanece que no es poco
Cuando uno quiere admirar una bonita puesta de sol debe dirigir sus ojos al oeste, mientras que si lo que va a apreciar es la aparición del astro, lo normal es que mire al este. Por mucho que se cumplan ambas reglas, no es cierto que el sol nazca o se oculte por ninguno de los dos puntos cardinales. Hay que saber que el sol sale justo por el este y se pone por el oeste solo dos veces al año, durante los equinoccios de primavera y otoño, cuando el día y la noche duran lo mismo. Durante el resto del año en el hemisferio norte el punto por el que sale y se pone el Sol se desplaza hacia el norte en primavera y verano, y hacia el sur en otoño e invierno, mientras en el hemisferio sur el movimiento aparente es el contrario. Esto se debe a que la inclinación de la Tierra y sus movimientos de rotación y traslación hacen que los puntos cardinales no estén siempre en el mismo sitio.
¿Solo cinco?
El tacto, el gusto, el oído, la vista y el olfato. Aunque nos los sepamos muy bien, puede que falte algún que otro sentido en la lista que venía en los libros de Conocimiento del Medio. Según muchos expertos, el equilibrio o el sentido cinestésico (que es el que nos ayuda a coordinar los movimientos) o la percepción de la temperatura o el dolor deberían estar incluidos en el grupo porque, al igual que los más conocidos, son captados por el sistema nervioso. Incluso algunas personas han conseguido desarrollar una especie de sentido de ecolocalización similar al que usan los delfines pero mucho menos complejo. Así, sumando, sumando, podríamos tener hasta una veintena de sentidos. Incluso las ganas de ir al baño podría ser un sentido en sí mismo.
Una mentirijilla de altos vuelos
En muchas clases de física, el profesor sigue haciendo referencia al principio de Bernoulli para explicar el vuelo de los aviones. El teorema que ideó este matemático de nombre Daniel relacionaba la presión, la velocidad, la densidad y la altura. Y ahora la explicación: como las alas de los aviones son más largas en su parte superior, el aire tiene que recorrer una mayor distancia en este tramo, lo que, según Bernoulli, provocaría una diferencia de presión que empujaría el aparato hacia arriba. Ahora bien, esta energía no es suficiente para mantener en el aire a un armatoste metálico que, además, podría volar boca abajo.
Sintiéndolo por Bernoulli y por todos los que tuvimos que aprendernos la dichosa ecuación en el colegio, a su teorema hay que añadirle por lo menos un par de efectos que descubrieron otros genios como el célebre sir Isaac Newton con sus leyes del movimiento; o el efecto Venturi que se utiliza frecuentemente para explicar la sustentación producida en las alas de los aviones.
Nada como la visión de un astronauta
Y terminamos con uno de los mitos más repetidos en la escuela: que la Gran Muralla china es la única construcción humana visible desde el espacio. Pero la Gran Muralla, a diferencia de otras construcciones, no se puede ver desde el espacio. Si bien tiene una longitud de más de 6.000 km, su grosor es tan mínimo que, desde el espacio, sería como intentar contemplar un cabello muy largo. De hecho, se ven mejor las Pirámides de Egipto, porque están en el desierto.
¿Y cuál sería la construcción humana que mejor se ve desde el espacio? En una mesa redonda el astronauta Michael López-Alegría, astronauta de la NASA nacido en Madrid, respondió a esta pregunta y su respuesta dejó a todos sorprendidos: la estructura artificial que se divisa de manera más fácil desde una órbita baja es… los campos de invernaderos de Almería, en el sudeste de España. Ocupan tal extensión que equivalen a una superficie similar a 5.000 campos de fútbol que, dispuestos en línea recta, conectarían las ciudades de Madrid con Moscú.
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Con información de IOP science, Smithsonian Natural Museum y Wired
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