No es fácil matar a un hombre. Algunos, sin embargo, son literalmente imposibles de liquidar. He aquí cinco tipos más duros que el amianto.
Quién: Roy Cleveland Sullivan, guardabosques.
Cómo: Entre 1942 y 1977, Sullivan fue alcanzado por un rayo en siete ocasiones y sobrevivió a todos ellos. Por esta razón se ganó el apodo “Pararrayos humano”. Fue descrito como un hombre fornido de cara ancha y robusta, que se parecía al actor Gene Hackman. Pero, a pesar de su aspecto bonachón, fue evitado por todo el mundo por si volvía a caerle otro rayo. Se suicidó, triste y solitario, a los 71 años disparándose varias veces en el estómago.
Por qué ese empeño en matarle: Es pura estadística. Sullivan trabajaba como guarda forestal en el Parque Nacional Shenandoah (EEUU), así que tenía más billetes que cualquier otro de ser alcanzado, al estar más expuesto a las tormentas que la persona promedio. Aun así, que resistiera el voltaje mortal de un rayo es todo un misterio.
Quién: Violet Constance Jessop, azafata de cruceros.
Cómo: Entre 1912 y 1916 sobrevivió a los naufragios del Titanic, el Olympic y del Britannic, tres de los naufragios con más víctimas de la historia. En el último hasta le dio tiempo a subirse al bote salvavidas con un bebé que encontró por el camino. A los 63 años se retiró por fin a una casa en Suffolk hasta que en 1971 murió de un ataque al corazón.
Por qué ese empeño en ahogarla: La chica estaba con contrato fijo en la White Star Line, la fletadora de los tres barcos, así que alternó trabajitos: en el Titanic fue azafata, en el Britannic se enroló de enfermera y en el Olympic de camarera. Al tercero, ya sabía dónde estaban los botes salvavidas con los ojos cerrados.
Quién: Tsutomu Yamaguchi, doble superviviente nuclear de Hiroshima y Nagasaki.
Cómo: El ingeniero Yamaguchi estaba de viaje de negocios en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 cuando se abrieron los cielos y empezó el Armagedón: Little Boy cayó a menos de 3 kilómetros de donde se hallaba, sobreviviendo milagrosamente. Tres días después volvió a Nagasaki, su ciudad natal, justo a tiempo para ver caer Fat Man, que liquidó al instante a un tercio (75.000 personas) de la población de la ciudad. Yamaguchi, una vez más, se encontraba a unos 3 kilómetros de la explosión y sobrevivió.
Por qué ese empeño en matarle: Las bombas no iban específicamente contra él, más allá de su condición de japonés, pero también es mala suerte (o buena, según se mire) sobrevivir a Hiroshima e irse a buscar refugio a Nagasaki tres días después. Un cáncer de estómago acabó finalmente con él en enero de 2010, a los 93 años.
No existen fotos de Boyer, así que utilizamos una de su émulo, Bruce “El Irrompible” Willis.
Quién: Reinhold Boyer, austriaco afincado en Madrid y “coleccionista de catástrofes”.
Cómo: Con seis añitos Boyer sobrevivió a un accidente de ferrocarril en el que murieron 200 personas. Dos años después, se salvó del incendio de un teatro vienés en el que murieron 449 personas. Ya era todo un hombre (ingeniero, a la sazón) cuando trabajando en una mina cercana al Paso de Calais se incendió una galería que mató a 1.300 mineros. Dos años después salió indemne de un terremoto en Sicilia, en el que murieron 200.000 personas.
En 1912 se puso enfermo y tuvo que cancelar su viaje a EEUU que pensaba realizar –lo han adivinado- en el Titanic, donde murieron 1.513 personas (pero sobrevivió Violet). Cuando por fin llegó a América un huracán azotó Miami, matando 12.000 personas. Sobrevivió, claro, igual que sobrevivió dos años después a la nefasta crecida del río Mississippi, que causó varios miles de víctimas más. Todo ello sin contar una miríada de accidentes, choques y catástrofes de menor magnitud a las que también sobrevivió.
Quién: Eugenio Maldonado, piloto jubilado de Spantax.
Cómo: En 1966 Maldonado acababa de despegar un DC-3 en el infausto aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife) cuando la hélice del motor izquierdo se detuvo. El piloto toledano logró la hazaña de hacer amerizar la nave en mitad del Atlántico, salvando la vida de los 24 pasajeros. ¿Todos? Casi todos. Mientras esperaban la llegada de los equipos de rescate uno de ellos murió de un infarto al corazón.
La justicia militar (todos los pilotos de la época provenían del Ejército) vio la botella medio vacía y juzgó a Maldonado por la muerte del pasajero en lugar de condecorarle por salvar a los otros 23. Fue absuelto cuando se demostró que el difunto murió infartado.
Por qué ese empeño en matarle: No fue el primer ni el último accidente de aviación al que sobrevivió Maldonado: en 1962 el caza en el que realizaba prácticas militares estalló en vuelo, matando a su compañero. En 1982 logró aterrizar un 727 con 100 pasajeros en Barajas después de haber perdido la dirección de la nave. Consiguió tomar tierra felizmente “maniobrando con los motores”.
Con información de Strambotic, ‘Diccionario de rarezas, inverosimilitudes y curiosidades’, Wikipedia y Mundo de la Aviación.