Durante mucho tiempo las cosas eran lo suficientemente caras o difíciles de conseguir como para que cuando estas fallaban la opción más interesante, quizás la única, era la de repararlas, algo para lo que había que estar dispuesto a experimentar y a ensuciarse las manos.
Pero allá por la década de los 70 del siglo XX pasaron dos cosas que cambiaron esto.
Por un lado los costes de fabricación bajaron tanto que en muchos casos era ya más barato reemplazar algo estropeado por un objeto similar nuevo; incluso en muchas ocasiones en el tiempo transcurrido las prestaciones del nuevo eran superiores por el mismo precio.
Por otro la incorporación de la electrónica en cada vez más dispositivos de todo tipo y con ella la de componentes como circuitos integrados a los que el usuario no tiene ni acceso hacía cada vez más difícil la tarea de intentar reparar algo, por no hablar de la imposibilidad en muchos casos de conseguir los esquemas para saber cómo intentar afrontar la reparación.
Así, de los tiempos en los que uno podía cambiar uno mismo las válvulas de un televisor estropeado sin salir de casa, pasamos a la época en la que cualquier fallo de este, en ocasiones un simple fusible fundido, pasaba por una visita al servicio técnico autorizado.
Claro que una vez más se cumple que todo en esta vida es cíclico, e igual que han vuelto a ponerse de moda las gafas de aviador estilo Tom Cruise en Top Gun, en los últimos años estamos viendo como resurge el interés por volver a «meterle mano» a nuestros cacharros, por el hágalo usted mismo.
Buena parte de esto hay que agradecérselo a Internet, ya que gracias a ella ahora es posible encontrar tanto los materiales necesarios, aunque sea en el otro lado del mundo, como la información necesaria para acometer muchas reparaciones o proyectos completamente nuevos que no hace muchos años habrían supuesto la consabida llamada al servicio técnico o ir de compras.
Pero además Internet ha demostrado, una vez más, que en vez de aislar a las personas como de vez en cuando se puede leer por ahí, ha servido para poner en contacto a personas interesadas en el Do It Yourself de todo el mundo, con sitios y sitios y foros y foros dedicados a todo tipo de temas.
Además, por si todo esto fuera poco, sitios como Etsy permiten a todos estos manitas vender sus productos a gente de todo el mundo, ofreciéndoles un retorno que antes no hubiera sido posible, y ya existen, al menos en los Estados Unidos, sitios como TechShop, en los que uno puede darse de alta como si fuera un gimnasio pero en los que en lugar de bancos de abdominales hay herramientas y máquinas de todo tipo, incluidas cortadoras láser o impresoras 3D.
Las razones para apuntarse a esta nueva vieja forma de hacer las cosas, más allá de los motivos económicos, son múltiples: la originalidad, pues fabricas según tu gusto y tus ideas, la individualidad, que es divertido, además de que es un desafío.