Todos hemos tenido algún compañero de pupitre con nombres como Unai Nomás o Esther Colero. Nombres que si para casi toda la clase eran motivo de chanza y alboroto generalizado cuando el profesor los pronunciaba al pasar lista, para la persona con ellos inscrita en el Registro Civil no eran más que sinónimos de la vergüenza y el bochorno.
Pues bien, los nombres de los alumnos no son los únicos disparatados que pueden entran en una clase de química. Son muchas las moléculas cuyos nombres provocan el choteo de cuantos científicos se cruzan a su paso. La próxima vez que tengas un tratado de bioquímica en tus manos fíjate bien en compuestos como el “bastardano” o la “cadaverina”, tal vez termines riéndote más que con cualquier tebeo gamberro.
Fuente: Wikipedia
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