No está bien reírse del mal ajeno, pero hay que reconocer que hay enfermedades que son la monda, no por su puesto para quien las sufre; pero es inevitable echarse a reír al oír sus características o encontrarnos a una persona que lo padece.
Desde trastornos que te hacen creen que tu pene va menguando poco a poco hasta una incapacidad crónica para llegar puntual a las citas, ahí van un puñado de enfermedades tan graves y serias como graciosos.
Síndrome del acento extranjero
“¿Amiga, tu quelé quedá tomal café en bal de centlo cultulal?”
Tras una lesión cerebral grave, un día te despiertas hablando con acento latinoamericano, o francés, o chino, o ruso, o lo que sea. Tus funciones lingüísticas se han visto alteradas y ahora hablas raro, incluso cometiendo fallos gramaticales propios del idioma de tu nuevo acento. Sufres el síndrome del acento extranjero y ahora te ves obligado a aguantar las mofas de familiares y amigos, sin poder hacer nada por volver a hablar con el acento propio de tu lengua materna.
“¡Oh, Dios mío! ¡Mi pene está encogiendo! ¡¡Socorroooo!!”
Calma, amigo del sudeste asiático, nada de eso está ocurriendo, solo se trata del síndrome o trastorno de Koro. Las personas que lo padecen tienen la preocupación o miedo irracional de que su sus genitales (pene en el caso de los hombres y pezones en el de las mujeres) se están reduciendo y van a desaparecer. Es una enfermedad específica que afecta a la cultura del sudeste asiático.
“Mama, ¡zorra! Está tarde voy a ir al centro comercial ¡polla! ¿Quieres que te traiga algo? ¡Coño, puta!”
Antes de pegar una paliza a ese tipo por soltarte todas esas burradas, espera; el pobre padece síndrome de Tourette, un mal que afecta principalmente hombres y sus síntomas son tics físicos y motores (parpadeo de ojos, toser, carraspear, movimientos faciales… ) que pueden ir acompañados de incontrolables exclamaciones de palabras obscenas, insultos o comentarios socialmente inapropiados.
“¡Demonios! ¡Pero si llegas tres horas tarde!” “Tío te juro que quería llegar puntual, pero no sé por qué, no he podido”.
¿Eres de esos que siempre llegan tarde a los sitios sistemáticamente? Tal vez sufras de “llegatardismo”. Esta extraña enfermedad ha sido diagnosticada recientemente a un escocés que en toda su vida no ha llegado puntual a una sola cita. Su cerebro es incapaz de estimar correctamente cuánto tiempo ha transcurrido desde que comienza una actividad, es decir, no puede calcular el tiempo de manera precisa.
“¡Qué bien me han sentado esos calcetines sudados que me acabo de zampar!”
Amigo, has de mirarte eso. La pica es un trastorno de la ingestión y de la conducta alimentaria que consiste en el deseo irresistible de comer o lamer substancias no comestibles: tierra, yeso, pegamento, cenizas de cigarro, papel, ropa, tornillos, etc.
“¡Socorro, me estoy abofeteando a mí mismo y no puedo parar!”
Las personas que sufren de este incómodo síndrome pueden sentir tacto en la mano, sin embargo, sienten esa mano como algo ajeno a su cuerpo y no poseen control sobre sus movimientos, que pueden ser de toda índole. Muchas veces, los pacientes no son conscientes de lo que su mano está haciendo hasta que se les llama la atención. Surge a raíz de un daño cerebral.
“¡Aléjate de mí, maldito impostor!”. “Cariño, soy tu marido”. “¡Mientes!”
Las personas que sufren el síndrome de Capgras creen que alguna persona cercana –familiares por lo general- han sido reemplazados por dobles idénticos, por impostores. Existe una desconexión entre el reconocimiento visual y la memoria afectiva, en la que las personas sí se parecen a quienes son, pero los pacientes no los perciben emocionalmente como tal.
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