Hecha a ley, hecha la trampa. Este dicho al que los pícaros del mundo recurren con mucha frecuencia para argumentar sus triquiñuelas, bien podemos aplicarlo tanto a una lado como al otro del océano Atlántico. Aunque una de las características que distinguen a los ibéricos es el carácter granuja, también hay gente así (y no poca) en Norteamérica. Allí, si hay que buscar las vueltas a las leyes, pues también se hace. No hay problema.
Si no que se lo digan a los propietarios de la compañía Station Casinos, que posee varios locales en la ciudad donde nadie duerme, en Las Vegas (Nevada). En una operación a tres bandas en la que se invirtieron más de 33 millones de dólares, este empresa se hizo en 2006 con el casino Castaways Hotel and Casino, que desde su fundación en 1954, y hasta el año 2000, fue conocido con el nombre de Showboat.
Aunque tuvo momentos de gran esplendor, en el año 2004 aquel casino que contaba con más de 24.000 metros cuadrados dedicados al juego no pasaba por su mejor momento en lo económico. La empresa propietaria no había conseguido remontar el vuelo y se encontraba en quiebra, con aquel complejo al que, además del casino, se sumaba un hotel de 19 pisos y 445 habitaciones.
Aquella adquisición, a ojos de todos los que solo miraban por la parte de negocio, podía parecer descabellada. Muchos se preguntaban para qué diantres comprar un negocio que arrastra problemas. Y no llevaban razón. El casino había permanecido cerrado a cal y canto desde el año 2004 y, para sembrar aún más el desconcierto, el 11 de enero de 2006, Station Casinos decidió demoler el Castaways Hotel and Casino.
¿Cuál podría ser el propósito de una empresa que se hizo con una casino, prácticamente, para derruirlo? ¿Quizá los terrenos? Ese podría ser un buen motivo. De hecho, los nuevos dueños lo intentaron por activa y por pasiva, para intentar dar salida a los terrenos de más de 10 hectáreas en los que se había levantado el antiguo Castaways. Pero, visto lo visto, el primer plan no salió como esperaban los responsables de Station Casinos.
Su segunda idea pasaba por construir un nuevo casino. Valorado en 90 millones de dólares (más de 70 millones de euros), según las crónicas de aquella época, estaría compuesto de una decoración ‘typical spanish’ y su nombre sería Castaways Station. Así podrían hacer uso del verdadero motivo que les empujó a hacerse con un complejo hotelero hundido en la más absoluta ruina. Y es que, tal y como estipulan las reglas establecidas por la Comisión del Juego de Nevada, para hacerse con una licencia de juego sería suficiente con adquirir un casino que ya la tuviera en su haber.
Esta fue la verdadera razón por la cual Station Casinos se hizo con el Castaways Casino and Hotel. Finalmente, el proyecto que incluía adornos de la cultura española acabó por irse al traste. Aunque se dieron los primeros pasos, nunca se llegó a completar. Por eso, y con la firme intención de que no le arrebatasen la tan codiciada licencia de juego, los responsables de la empresa se las tenían que ingeniar para abrir un casino, en la misma ubicación en la que se encontraba el anterior, durante al menos ocho horas en un periodo de dos años.
Si decidían saltarse esta norma, en un plazo de dos años les retirarían el permiso para instalar máquinas tragaperras o mesas de póker y hacer negocio con ellas. Y claro, siendo una empresa cuya principal fuente de ingresos son los casinos (cuenta con 16 en Nevada y uno en California) no hubiera sino nada bueno ir en contra de lo establecido. Más aún teniendo en cuenta que, desde 1997, la Comisión del Juego de Nevada no otorga nuevas licencias para la apertura de estos establecimientos. Perder algo tan valioso podía suponer caer en bancarrota.
Así fue cómo se gestó la leyenda del casino que, cual oasis en mitad del desierto, aparecía y desaparecía de forma casi mágica. Una vez cada dos años, al menos hasta el pasado 2013, Station Casinos montaba un improvisado complejo con una estructura prefabricada de 12 metros de largo por 3 de ancho en la misma parcela en la que antaño se levantó el Castaways. Poco importaba que entrasen muchos o pocos clientes. Tal y como confiesa un portavoz de la compañía, “simplemente tiene que estar abierto al público”.
Basta con un poco de ingenio para seguir adelante. Como dirían nuestros mayores: “quien no se apaña, es porque no quiere”.
Con información de BoingBoing, The New York Times, Las Vegas Review-Journal, Wikipedia y OldVegasChips
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