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Los proyectos de la fábrica de ideas alocadas de la NASA

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A la hora de conquistar el espacio, no todo es entrenar a los astronautas y encontrar el cohete perfecto para llevarles fuera de nuestro planeta. Así, desde hace casi dos décadas, la NASA invita a idear conceptos radicalmente innovadores como parte de su programa NIAC. Ascensores espaciales, impresoras 3D para la construcción en otros mundos, o incluso un globo desde el que contemplar Venus han sido algunos de los proyectos que se han presentado a lo largo del tiempo en esta suerte de laboratorio futurista de la agencia estadounidense.

Este último año, una de las propuestas más originales ha estado protagonizada por un peculiar ‘rover’ mecánico ideado para explorar Venus, precisamente el planeta más cercano a nosotros en el Sistema Solar: para evitar el deterioro de los componentes electrónicos por las alta temperaturas, se asemeja a un tanque de la Primera Guerra Mundial, extendiendo la ciencia ficción ‘steampunk’ a la exploración espacial. La agencia espacial selecciona y subvenciona estos proyectos aparentemente disparatados, pero que podrían constituir la tecnología del mañana.

Al fin y al cabo, una de las cosas que mejor definen a la agencia espacial norteamericana es su capacidad para convertir en realidad ideas que parecen sacadas de películas de ciencia ficción. Para hacer esto posible, la NASA cuenta con el grupo de Conceptos Avanzados e Innovadores (NIAC), su propio programa de innovación, en el que diferentes proyectos privados compiten por pasar de ser un sueño futurista a un proyecto revolucionario que cambie la visión que tenemos de la exploración espacial.

La NASA puso en marcha este programa en el ya lejano año 1998 con el objetivo de fomentar iniciativas creativas para el futuro de los viajes fuera de nuestro planeta. Si bien el NIAC cerró en el 2007, fue reabierto tres años más tarde para organizar nuevas ediciones. Este año, la agencia ha invertido dinero en 22 proyectos tecnológicos que presentan un gran potencial para transformar tanto las misiones de exploración del universo como el futuro de la humanidad. Según el ingeniero responsable del programa Jason Derleth, las ideas provienen de universidades, negocios o inventores y deben estar basadas en “principios científicos y de ingeniería sólidos”.

Todas las propuestas que son preseleccionadas por la Dirección de Tecnología de Misiones Espaciales de la NASA tienen que atravesar dos fases. En la primera se examina el potencial de las iniciativas para transformar las misiones aeroespaciales futuras y su capacidad para acelerar el progreso hacia los objetivos de la NASA.  En esta etapa, la NASA invierte 125.000 dólares (algo más de 100.000 euros al cambio actual) en cada proyecto para llevar a cabo un estudio de definición y análisis inicial de sus conceptos a lo largo de 9 meses.

Si las ideas son viables, los elegidos pasan a la segunda fase, donde se les otorga una financiación adicional de hasta 500.000 dólares por dos años de desarrollo de conceptos. Así, el programa no busca innovación de las fuentes más convencionales, sino que trata de ser la plataforma que catapulte a las mentes más privilegiadas de nuestro siglo a la conquista de la galaxia.

Las misiones del futuro

Uno de los proyectos escogidos este año, y que se encuentra ahora mismo en la segunda fase de desarrollo, es el “Rover Automático para Ambientes Extremos” (AREE). Temperaturas extremas por encima de los 462 grados centígrados, lluvias de ácido sulfúrico, una presión atmosférica 90 veces superior a la terrestre: las condiciones de Venus, el planeta más caliente del Sistema Solar, son un infierno para las naves y los aparatos diseñados hasta ahora para enviar al espacio. Por ello, la agencia norteamericana está terminando de diseñar un nuevo Rover que podría recorrer la ardiente superficie de este planeta.

Los soviéticos ya intentaron explorar este ambiente extremo desde fines de la década de 1960 hasta principios de la década de 1980. De sus 14 intentos de aterrizaje de las sondas Venera y Vega, solo 9 tuvieron éxito; e incluso estas naves solo operaron de 23 a 127 minutos antes de que los sistemas eléctricos sucumbieran al ambiente extremo. Hoy en día, el acceso a Venus no se considera una opción realista. AREE demuestra cómo se puede lograr con un concepto fascinante que permite la movilidad de larga duración en la superficie de Venus a través de mecanismos, digamos, más robustos.

No obstante, el NIAC no solo ha puesto los ojos en Venus. Los científicos siguen viendo potencial en Marte y han dado luz verde a diversos proyectos que estudian la viabilidad de enviar vida al planeta rojo. Después de que el hombre pisara la Luna, ¿podrá llegar a vivir en la superficie de otro planeta? Eugene Boland, director científico de Techshot Inc., está trabajando en la ‘sala de Marte’ del programa NIAC, que dispone de una cámara de prueba capaz de simular las condiciones del planeta rojo, su presión atmosférica, los cambios de temperatura y la radiación solar. El objetivo es comprobar si se puede crear un ecosistema productor de oxígeno en Marte capaz de sustentar la vida. Este revolucionario proyecto pretende que en un futuro no muy lejano sea factible enviar una misión humana a este planeta.

La tecnología puntera de este programa de la NASA también trabaja para dar forma a las ideas más descabelladas. Entre los proyectos más sonados de las últimas dos décadas destaca el ascensor espacial de Bradley C. Edwards. A pesar de lo futurista que parece, no se trata de una de las últimas ideas que ha entrado a formar parte de este proyecto de la NASA. Fue en 2003 cuando el NIAC aceptó el proyecto de este físico, que pretende crear un ascensor que conecte la superficie de un planeta con el espacio. La finalidad de este mecanismo es alcanzar la órbita terrestre sin necesidad de utilizar un cohete o transbordador espacial o, como diría Buzz Lightyear, ir desde la Tierra “hasta el infinito y más allá”.

Pero no todas las ideas de la NASA tiene que ver directamente con salir de la atmósfera, como demuestra este otro proyecto. ¿Es un barco, es el monstruo del lago Ness, es un tiburón? No, el protagonista de la imagen anterior es un híbrido de anguila y calamar gigante ideado por la NASA para explorar mares espaciales. El NIAC está diseñando un enorme robot con forma de cefalópodo para buscar vida en los océanos subterráneos de la luna de Júpiter, Europa. El aparato porta una antena corta en su parte posterior que obtendría energía a partir de la carga de los campos magnéticos que cambian localmente.

Todos estos proyectos están pensados a largo plazo. Por eso también es importante dar solución a los problemas que tenemos en el presente, para que podamos seguir explorando en el futuro. ¿Te imaginas crear alimentos, materiales o incluso tejidos humanos de forma artificial? En 2013, el NIAC seleccionó un proyecto para imprimir en tres dimensiones todo tipo de sustancias orgánicas. Como materia prima se podría usar desde algas a hasta el del dióxido de carbono presente en la atmósfera.

Esta tecnología proporcionaría la capacidad de reemplazar cualquier parte rota de una misión, ya sea un traje espacial, el hábitat o el propio cuerpo de un astronauta. Al imprimir matrices tridimensionales de células diseñadas para secretar los materiales necesarios, los abundantes recursos in situ de la atmósfera y los depósitos superficiales del planeta se convertirían en materiales y compuestos tanto orgánicos como inorgánicos, incluyen nuevos materiales derivados biológicamente que previamente no eran posibles de fabricar.

Esto no solo podría convertirse una alternativa a la escasez de recursos, sino incluso ampliar el menú de las naves espaciales. Y es que seguro que los astronautas están deseando librarse de la famosa comida en ‘bolsitas’. Sin embargo, tendrán que esperar: todos estos proyectos se encuentran en las primeras etapas de su desarrollo y la mayoría de ellos requerirán 10 o más años de maduración tecnológica antes de su uso en una misión real de la NASA.


Con información de la página web de la NASA, de las publicaciones de NAUKAS, de Wikipedia, de Endgadget. Las imágenes pertenecen todas a la NASA y tienen licencia Creative Commons.

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